Los mass media desde la otra mirada

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 Por Miriam Osorio

El papel de los medios de comunicación ha sido analizado y criticado desde la perspectiva de varias disciplinas, ya sea por considerarlo enajenador social, detonador de economías, transmisor de contenidos culturales, factor en la generación de percepciones, creador de realidades, identidades, etc., etc.

Entre todas las miradas que se fijan en los medios, la del artista nos regresa un reflejo, que no va acompañado de documentos llenos de términos difíciles de comprender, el creador nos ofrece críticas, sátiras o alabanzas en una imagen, pieza musical, performance, graffiti  o cualquier otra expresión artística que domine.

Si bien se tiene referencias de esta crítica del Pop Art  sobre los contenidos enaltecidos en los  medios; en la actualidad la postura de algunos artistas sobre la imposición de modelos de vida o el enaltecimiento del consumismo no se ha relajado.

Los artistas que se detienen a ver los medios más allá de las pantallas, los sistemas de sonido o el papel periódico, tienen su propia interpretación de la influencia de los medios en el ser humano, más allá del conductismo.

En esta ocasión comentaré un poco sobre la obra de Gabino Rey Morales, un artista plástico oaxaqueño, que reparte su tiempo entre la creación, la pasión y la necesidad de sobrevivir en un ámbito que ha sido hostil para los suyos.  Él hace una férrea crítica de la perpetuación de la injusticia, de la incomunicación, de la vida espectáculo.

Gabino nos dice en sus grabados que…

Ojos que no ven, corazón que no siente

Su obra gráfica nos muestra hombres y mujeres diluidos entre la multitud, sin identidad ni ojos, en su estado más animal, ya sea por amor o  domesticación.

Los personajes de esta colectividad plasmada en diversas técnicas de grabado,   narran historias que poco tienen de maravillosas, son cuentos de nunca acabar porque sus protagonistas  no se conocen a sí mismos, mucho menos a los demás; son seres que sufren,  que se enmascaran para no ser vulnerables  y ocultar  la verdad de su condición.

Este trabajo introspectivo, nos contagia el espíritu de búsqueda para encontrar nuestro papel en la colectividad, pues aún con ojos nos permitimos no ver al otro, ignorar o minimizar la realidad de nuestra sociedad.

El colectivo está fragmentado en la medida en que lo individual no se encuentra y estos seres ocultos o expuestos hasta el borde, tienen  aún el corazón a punto de latir, aún cuando sus cuerpos exageren sus impulsos autodestructivos.

Los ciegos y solitarios  deambulan por el rumbo trazado por la desigualdad social, la enajenación o los vicios  que poco harán para borrar la nostalgia, la fantasía  o el abandono.

Estos hombres son objetos en un sistema económico y social que se olvida de lo humano,  haciendo que el espíritu sea una caricatura, lo que aprovecha el artista para hacer la sátira, tan sólo algo más visible.

La burla a este sistema  es clara cuando un payaso no contiene la risa al contemplar a un elefante blanco, con la ironía que representa que el que hace reír a los elefantes blancos de un país de injusticias es el pueblo.

La crítica que hace el artista, está dirigida a quienes no tienen visión más allá de la que ofrecen los medios de distracción masiva  o el discurso que asegura  que no pasa nada, a quienes permiten que la locura sea la anarquía de la interpretación personal.

Mientras se fuma un  cigarrillo o  llega el cansancio de hacer todo por nada y se abandona el cuerpo en un sillón, podemos preguntarnos quiénes somos, puede que encontremos la respuesta y ésta sea que ya no nos reconocemos; aunque sería peor enterarse de que ya no se siente nada al saberlo.